Definidos científicamente como helomas o hiperqueratosis, los callos y las durezas son, básicamente, un engrosamiento de la piel producido por el roce constante del calzado o por someter al pie a excesiva presión -entre otras cosas-.
Cuando nuestro pie detecta una sobreexposición a ciertas condiciones adversas, este empieza a generar nuevas células cutáneas como mecanismo de defensa, lo que da lugar a los callos y durezas. La principal diferencia entre ambos es que los callos son una acumulación de queratina en un punto concreto, mientras que las durezas son mucho más homogéneas y pueden extenderse por varias zonas del pie.
Normalmente, suele ser la rozadura del pie con el cazado lo que origina esta patología, aunque existen otras causas, como son la pisada indebida o la falta de hidratación.
La frecuencia de aparición de durezas es un mes, es decir, una vez quitados callos y durezas vuelven a salir al mes. Esto es debido al proceso de crecimiento biológico de la piel, y no por quitarlos más van a salir más rápido. Por eso, a cualquier persona que tenga callos y durezas se le recomienda acudir al podólogo una vez al mes para realizarle la quiropodia -coloquialmente llamada limpieza de pies-